El beige es
un color fácil de combinar;
El cinturón que une
la luz deshidratada de los autobuses,
el lento giro de los microondas y
los pantalones de un conjunto perfecto
para el sueño americano.
Siento el beige en los ojos del extranjero de Camus
viendo rotar los ventiladores de su propio juicio,
y en la roña de las paredes de
un apartamento sin colchón.
Mientras marco estos versos saboreo
un beige acaramelado
al mirar mi viejo corcho torcido
mal sujetado a la pared.
Muy fácil de combinar con el gotelé de
una España sobre bastón y alpargatas.
Un símil al desierto sin dunas ni grano y a
mi mirada cansada sobre un charco
de sudor amarillento en el parquet.
La cerveza color sepia sabe mejor,
como las medias sonrisas bajo lágrimas o
las medias sin carrera.
Eso creo, al menos, mientras cambio
de canal
en canal
en canal
en canal.
El beige de un lomo ahumado
sobre la sartén
rebosante de aceite.
En canal
En canal
En canal
En canal
En canal.
Suena el timbre del horno.
Veo catálogos de Ikea,
sobre mesitas con música de ascensor
que casi no me dejan oír
el aceite ardiente de la cocina.
Camino sobre baldosas grasientas de
un reflejo beige y
papel reciclado de libros a medias
que debo devolver.
Tu pelo
de vez en cuando se vuelve beige.
Depende del filtro de Instagram
y del odio con el que lo mire.
No te queda nada
bien con el rojo de la lengua.
Y mira que es fácil de combinar.
Te escribí como gitana
bajo las luces del tren y
el calor de julio.
Pero la fricción del metal en las vías
suelta un chirrido irritante que
me deja sabor de un beige de porcelana
difícil de masticar.
Hay un bochorno anaranjado
entrando por mi ventana, cariño.
Y prefiero pegarle fuego a mi cocina
antes de vivir una vida de un solo color.
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