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sábado, 5 de mayo de 2018

Locus Amoenus

Me gustaría tener un mundo
en el que refugiarme.
En el que todas las lluvias sean de plata,
la música desprenda colores
y todo sean sonrisas como las de Irene.


Un mundo al que ir al tumbarme,
y aparecer en una cama
en el centro exacto del bosque,
y que la tormenta me atrape justo
entre las velas que iluminan tu cuerpo.

Me gustaría cerrar los ojos y verlo,
escuchar su silencio y sus gotas.
Fumarme su sabor dulce,
casi como frambuesas y menta.

De pronto se ilumina la calle
y así sé que sonríes.
Te imagino picando a las puertas de mi mundo,
empapada de lluvia,
rogando por algo de calor.

Es irónico, ¿no?
Unos ojos tan ardientes
temblando de frío.

Me gustaría quedarme allí 
cuando me falta el aliento.
Como una manta de lana tejida a mano.

Que cuando cierre los ojos y suspire,
aparezca entre sábanas blancas
que huelan a ti.
Que huelan a rocío, en plena madrugada.
Y escuchar a Rels B
susurrando sobre tus buenos genes.

Sueño con un cenicero todavía caliente,
con un cojín con tu marca,
contigo bailando lento, en medio de la noche.
Escuchando tu risa como melodía permanente.

Y despierto con frío, 
y la manta tirada en el suelo 
con sabor a tabaco agrio pegado al paladar
y Dollar cantando de fondo:

Por siempre.

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