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jueves, 6 de julio de 2017

Am(arte)

Soy todo restos de goma usada
y cansada de borrar versos a tu nombre.

Soples cuanto soples,
princesa,
me hice del ladrillo
una fachada permanente.
Pero no conté contigo,
ni con tu desgaste
que es quien se ha colado
entre mis rendijas.

Y ahora, el daño ya está hecho.

Y no tienes ni puta idea
del enorme peligro
que supone mirarte.

Puedes causar un accidente
al arquear esa ceja
con tan buena puntería.
Sin embargo,
continuas caminando,
con tu guitarra a la espalda
como si fueses la chica más normal.
Como si fueses una más
entre muchas.

Déjame decirte:
Disimulas terriblemente mal.

Perdóname si desvarío,
es que estoy pensando en ti
y repito:
Que tiemble el Big Bang
ante el suspiro que provocas
cada vez que lo hago.

¿Sabes?
Antes creía que conocía la música.
Que sabía el significado
de la palabra
Arte.
Y que era capaz de sostenerle la mirada.

Ingenuo de mi.
16 años,
para darme cuenta de que el Arte
no estaba acabado.
Que le faltabas tú.
Le faltaba el mir(arte)
el soñ(arte)
el respir(arte)
y el necesit(arte).

Y aún de vez en cuando
recuerdo aquella música
que sonaba sin tus dedos
haciendo bailar las cuerdas
y mi cordura.

-Aquello no era música.-

Y miro las teclas,
esta vez de color,
del piano que me hace sentir
la dulce ironía
de ser el instrumento
menos piano del mundo,
al ser recorrido por tu mirada.

-Tu voz, tu voz es música.-

Mierda.
Recuerdo
el boceto imborrable
del primer día que te pusiste
esa puta falda legendaria
que hizo perder mis estribos.
Y te mordiste el labio
al equivocarte de nota
con la guitarra española más suertuda
de la historia.

Hasta hace poco vivía tranquilo,
sonriendo al seguir tu caligrafía
con la mirada
siendo así tus emes las montañas
más bellas que haya visto.

Vivía intentando guardar cada uno
de tus hermosos detalles
en el gran cajón de la palabra:
Perfección.

Hasta que el caos llegó a la ciudad.
Y sin dejarme siquiera
un zapato de cristal,
me vi obligado a despedirme
de la artista más bella de toda Barcelona
y todo París.

Debo decir,
si mi aliento lo permite,
que te quedaban muy bien sus besos.
Estabas mucho más guapa
cuando asegurabas
entre sus brazos,
que mi poesía siempre tendrá tu nombre
vestido de Gala.

Después de todo,
no me apetece hablar
de dolor,
me apetece hablar de ti.
Y no hay dolor más placentero
que volver a deshacerme
borrando tus versos.

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