Se acabó.
Leo mis propias páginas y sé
que conozco bien mi porvenir.
Dicen que la poesía jamás olvida
y cariño
tú escribes las memorias del arte.
Y me has dado algunos de mis mejores versos.
Gritan mis letras que hoy
es ese día que no quería que llegase.
Y creo que
he vivido con tanto miedo a este poema,
que mi cuerpo se inclinaba de cabeza
hacia el huracán.
Eso no quiere decir
que no pase las horas pensando
en que aquel fue
el último beso.
Y tampoco quiere decir
que sea capaz de recordarlo
sin que se corten los míos
por el frío.
La verdad ya la cantaba Kaze
por mí.
Y es que la primera vez que la ves
es pensando en como besa.
Y la última vez que la ves,
sabes que ya no regresará.
Intentando huir de esa última vez
me mudé.
Ahora vivo en los recuerdos que
están en trámite con la realidad
y tienen como campo de batalla
el espacio entre mis ojos y mi pecho.
Esta noche
no dejo de soplar mi té
sin dar un trago.
Y no sé si espero
a cuál de los dos se enfría antes.
Debe de ser algo precioso para ti
pensar que eres solitaria y libre como la luna.
Es algo tormentoso para mí
pensar que soy solitario y preso como el que la mira.
Supongo que precisamente esa
brisa nocturna apagó la llama
antes de terminar la vela.
Y justo cuando nos quedamos
a oscuras me pides que hable.
A mi amor, o más bien mi cielo:
Deseo tus labios, tu lengua,
tus caderas y tu pelo.
Pero no tengo nada que decirte.
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