Escombros deambulantes
de poema en libro
de bar en té y
de té en cigarro.
Como una muñeca rusa.
Esta noche llueve en Lyon.
Mi sombrero permanece en la terraza
unas chicas francesas de enormes bufandas
me miran extrañadas pensando
por qué intento encender un cigarro empapado.
Madames,
el encanto de toda ciudad reside
en la brisa de sus terrazas
su olor y su luz, el acento de
sus pies pisando charcos entre asfalto.
Ya conozco cada rincón de esta ciudad
y sus paradas de metro,
el bordillo en el que piden las ancianas
y el árbol en el que mean los perros.
Todavía es pronto, - aclaro mi garganta -
para diferenciar el vaho de mi boca
del humo del tabaco.
Bebo leyendo a Bukowski
porque soy su vida decreciente
vacía, en ruinas.
Odio hablar conmigo
y escribo aquello que veo para
al menos
mantener una conversación con las baldosas.
A pesar de todo Francia ha sido una buena amante.
Ahora voy a dejarme crecer la barba
a ver si este pelo raspante
tapa toda la roña que me
cubre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario