Una luz intermitente nos
persigue
por todos lados
se ha pegado a las
sombras y ahora
nuestros talones no
siguen un compás.
Camino vacilando de
destello en
destello y
esquivando los huecos,
como marinero pegado a
un faro
de niebla hasta el
cuello y
de niebla industrial.
Para desayunar tontean
con el sueño
lorazepam bajo las lenguas.
Peones en vagón, la Renfe
rodea
y tambalea para marear
al pueblo.
Desde pequeñas rejas
asomamos
todas las narices que
vayan cabiendo.
Así desafiamos al
cuchillo
que sigue
sigue volando y sigue
hiriendo.
Una luz intermitente nos
atrapa
preparando tras las
mentes dos cañones
una guitarra flamenca
sobre el mapa
y un séquito de banderas
en balcones.
Un rasgueo a
contratiempo
con la voz desafinada.
Se nos olvida el sabor
de un beso
mirando por la ventana.
Tengo las uñas marchitas
de rascarle al barro.
Algo os digo que os
irrita
puede que suene amargo
pero no es propio de un
poeta
ignorar si el pueblo grita.
Felicidades. Sí, esto tiene algo de folklórico, según cómo se mire
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